Leoncio fue en vida
un hermosos Lop Ear Holandés de pelo
satinado rubio como el sol y, llegó a mi vida de la manera más curiosa ya que
en realidad nunca había pensado en tener un conejito. En esos tiempos era
adicta a ese juego de Facebook llamado FarmVille
y es ahí donde vi a la versión virtual de mi Leoncio y no pude dejar de
relacionarlo con el Tambor de Bambi.
La verdad es que no
sabía que existían conejos así ya que para mí todos eran blancos y de ojos
rojos malévolos. Es así que empecé a indagar si aquí en Perú habían de esas
bellezas y lo encontré. No lo compré en un Pet Shop porque siempre tuve la idea
de que los vendían demasiado bebés y eso no era bueno; sino lo compré de un
criador. Lo contacté y fui a verlo.
Leoncio y yo tuvimos un amor a primera vista. Tenía tan sólo tenía 25 días de
nacido pero su belleza y rudeza me cautivaron. Sí, rudeza, no era tierno, tenía
mirada fuerte y fija e instantáneamente supe que éramos el uno para el otro.
En esa época vivía
sóla y lejos de la familia así que Leoncio rápidamente se convirtió en el Rey
de la casa y andaba suelto todo el día. Desde pequeño tuvo una personalidad sin
igual. Era vivaracho, curioso, noble y se podría decir que hasta igualado. Él
pensaba ser humano y yo conejo porque compartíamos todos los espacios juntos,
dormíamos juntos, veíamos televisión juntos y hasta una vez se saltó a la ducha
cuando me bañaba así que se podría decir que hasta nos bañábamos juntos.
Leoncito hizo mil y
una travesuras en casa. Yo siendo totalmente ignorante de su capacidad de roer
y morder todo, no tomaba las precauciones debidas y se comió carteras, zapatos,
botas, cables de celular, audífonos de iPod, la esquina de la pared de la sala y,
hasta el enchufe del frigider. Aun nos preguntamos cómo pudo separar el cable
totalmente sin electrocutarse ni causar un incendio pero así era él: astuto,
inteligente y audaz.
Nunca le tuvo miedo
a la gente desconocida sino más bien aprovechaba su calidad de peluche animado
para acomodarse en los brazos de cualquier incauto/a que lo encontrara
adorable. Supo sacar muy buen provecho de lo guapo que era y ganarse el corazón
de todos en mi familia, de mis amigas, amigos y hasta de mis alumnos del
colegio que casa jueves reclamaban su presencia en nuestra aula. Aunque esos
días mantener el orden y disciplina en el salón era imposible, ellos
disfrutaban de su presencia y Leoncio de las caricias y los brazos.
Nunca pensé llegar
a amar a un animalito de la manera en que amo a este conejo. Y, aunque murió
hace dos días, miro su jaula y aun quiero pensar que está revoloteando por ahí, o comiéndose
una papita amarilla del verdulero de mi mamá. Es cierto lo que dicen, a los
animales sólo les falta hablar, Leoncio sabía si yo estaba molesta o triste,
sabía cuando subir a mi cama y cuando echarse debajo, sabía que no debía
ensuciar y sobretodo, corría alrededor de mis piernas con una alegría total
cuando me sentía llegar a casa.
Yo sólo puedo
decirles que él siempre será mi AMIGO FIEL, ese amigo fiel del que se habla en
Toy Story. Ese amigo que siempre está ahí y por el cuál se me caen las lágrimas
ahorita que lo recuerdo. ¡Leoncio era genial!
Mi Papatilo, ya no
está con nosotros pero siempre lo recordaremos y lo llevaremos en nuestro
corazón. Es increíble cómo él se pudo llevar un pedacito de mí con su partida,
es como si de un momento a otro me
sintieras incompleta. Pero es que no sólo era un conejo sino era mi compañero,
mi amigo, mi compinche.